
Siempre que puedo salgo a dar una buena vuelta con mi bici de montaña. No es una bici cara ni super especial, pero fue un regalo que aprecio un montón. No es la bici en sí, ni todo el equipo (ropa, zapatillas, complementos, mochila, etc), es por lo que me permite hacer y sentir.
No soy un gran deportista, he estado en mejor forma, la verdad. Pero sí me gusta desfogarme de vez en cuando y contrarrestar el trabajo sedentario, las horas de estudio, las de sofá, las cañitas, los bocatas de nocilla y los pastelitos.
En cuanto tengo oportunidad, me enfundo mi traje de morcilla de Burgos (el maillot), el casco y las gafas de sol y salgo como un rayo rumbo al campo. Suelo transitar caminos, desde hace unos años las carreteras me dan un poco de miedo, no sea que me atropellen. Por ellos, en las horas de amanecida, o de puesta, puedo oír el sonido del monte, respirar el fresco aire con olor a pino, a campo, sentir la brisa en el rostro y ver sorprendidos animalejos.

Durante el tiempo que aguanto las subidas y bajadas de los caminos, junto al canal o junto al río, me siento bien. Pedaleando recargo pilas, quemo calorías y genero endorfinas. Durante esas horas sonrío, respiro.
Y al llegar a casa, siempre siempre tengo un beso y a mi pequeño superman esperando. Uuuuuuuu tete.
2 comentarios:
No me extraña que disfrutes tanto de tus paseos.¡Tú vives en el paraíso!
:D Al menos vivo cerca del campo.
Para ver cosas, a veces solo hay que pararse a mirar.
Publicar un comentario