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miércoles, 8 de octubre de 2008

El Último Bastión

Agarrotado, sudoroso y extenuado, el soldado arrojó la espada al suelo. Su antes bruñida hoja se encontraba mellada y tinta en sangre putrefacta. Su otrora brillante armadura olía a carne en descomposición, a podredumbre, a muerte. Sufría por las llagas y rozaduras en carne viva de cada articulación. Llevaba más de cuarenta días sin quitarse la coraza metálica ni para dormir.
No tenían agua ni les quedaba alimento alguno. No tenían ejército ni comandante alguno. No tenían esperanza ni deseo de continuar alguno. El puñado de hombres que había sobrevivido hasta esa fatídica mañana lo había perdido absolutamente todo: esposas, hijos, posesiones, futuro y fe. Estaban condenados a perder la vida y no morir, sentenciados a la no-muerte, abocados a engrosar el ejército maldito del brujo.
Se sacó como pudo el yelmo y cayó exhausto al suelo.

Este relato resultó ganador del Concurso Círculo de Bardos III en el año 2007.

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