Hace no mucho tiempo me llamó la atención una noticia curiosa de un pueblecito cercano a mi ciudad. Hablaba de un noruego perdido, que perdió el rumbo y la vida en una de esas jugadas perras de la suerte, que se inician equivocando un apeadero de tren y acaban cuando te detiene la guardia civil del régimen franquista y te tirotea después, muerto sólo por reclamar su equipaje en noruego. Un crimen de lo más absurdo.
Ahora, este marinero que extravió la suerte en el tren ya tiene nombre y apellidos. Una periodista ha encontrado a su hermano.
Debe ser una noticia muy emocionante, que más de cincuenta años después por fin sepas dónde descansan los restos de tu hermano perdido. Se le ha rendido un homenaje recientemente aquí, en Fresno el Viejo. El noruego perdido tiene ahora nombre, tiene rostro. Así acaba el pequeño mito de un pueblo pequeño en medio de la meseta.
Su nombre era Kjell Björnskan, un joven marino que tuvo la mala fortuna de perderse por allí.
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