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miércoles, 8 de julio de 2009

Espada


Imagino que todo buen amante del género fantástico siente admiración por las espadas. Yo, al menos, siento que es el ARMA, con mayúsculas. Toda la mitología, tecnología, técnicas ancestrales de forja, técnicas de combate, etc, que rodean a las espadas me fascinan hasta el punto que todos mis personajes llevarían una espada milenaria forjada en la antigüedad por una civilización perdida con los restos de un extraño metal caído del cielo en un meteorito. O al menos el protagonista. O el protagonista y el malo. Llevarían, digo, salvo que por coherencia, variedad y riqueza haya que armar a los personajes con útiles menores como arcos, lanzas, hachas, mazas, y bisutería variada. Una pena.

Uno de mis escaparates preferidos es el de una tienda local, de género, en la que exhiben espadas (El señor de los anillos, Conan, catanas, etc). Casi siempre son las mismas, pero no puedo dejar de mirarlas. Mis ojos saltan de la empuñadura a la etiqueta del precio... y mi mente no para de hacer cábalas. ¿Cuánto vale un sueño, una ilusión? Pero la jefa no pone buena cara con eso de "tener armas en casa" cuando lo comento y lo dejo caer, así, en bajito, con la boca pequeña.
Algún día me haré con alguna, por fin. Cuando ya no pueda dejar de resistirme. Tal vez ese día me haga el tatuaje que hace tanto tiempo quiero.

Una vez leí que Arturo Pérez Reverte utiliza su sable de húsar como herramienta de inspiración cuando lo blande y cercena de certeros tajos enemigos invisibles en su rincón de trabajo. ¿Blandiré a Andúril algún día mientras imagino las batallitas que escribo? ¿Relampagueará la Llama del Oeste en mi puño mientras juro que me vengaré de mis enemigos y restituiré el honor de mi rey?

Hace poco tuve la oportunidad de practicar durante una hora un esbozo de arte marcial con espada. Algo sencillito, de principiante, el inicio de una forma elemental. Durante una hora gocé como un enano empuñando una espada (una espadita). Y ahora no sólo pienso en hacerme con una espada, sino en aprender a utilizarla. Al menos como un ejercicio de auto complacencia.

Es increíblemente plástico el uso marcial de una espada en oriente, bello, coordinado, equilibrado, terrible, mortífero. El profesor nos explicó algunas de las aplicaciones marciales de los movimientos que realizábamos y me río yo del golpe más brutal de cualquier mandoble medievalero. Qué mala ostia tienen los chinos. Te trinchan y encima debes aplaudir porque lo hacen hasta bonito...
Fue una hora increíble. Una gozada. Me sentí el héroe de la novela, o al menos su ayudante, o al menos un soldado de su ejército. Y no fui el único que la gozó así de todos los que estábamos, que se les veía la carilla...

Otro sueño más, otra ilusión. Tal vez nunca llegue a comprar esa espada que tanto me apetece. Tal vez nunca llegue a aprender a usarla. Y puede que nunca me haga ese tatuaje ni me ponga el pendiente de pirata. Pero la ilusión no se me olvida.
Tampoco pensé que un día escribiría una novela. Ni que tendría un enano adorable en brazos aporreando el teclado supletorio que tengo que colocar a su alcance para que me deje escribir esto. Nunca soñé con llevarlo a la realidad y mira...

Una espada. Brillante acero cimmerio.


¿Por qué no?


3 comentarios:

Enric Herce dijo...

Oye, pa cuatro días que nos paseamos por aquí bien vale la pena concederse aquello que realmente nos ilusiona, siempre que esté a nuestro alcance.

Martikka dijo...

Concédete el deseo...¿por qué no? Eso sí, mantenla lejos del peque, que bastante tiene con el teclado!:)

Esteban González García dijo...

Ummmm. Vaya coincidencia. Leo en el blog de Elisabeth una entrada muy relacionada con esto que cuento.
http://www.ebanoyacero.com/

Visitad esto y decidme si tiene o no tiene buena pinta...