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miércoles, 12 de agosto de 2009

Leer en la playa

Esta campaña, organizada por la Federación de Gremios de Editores de España y patrocinada por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, desembarca en Castilla y León.
Que no, que no estoy de guasa. Que aquí sí hay playa, vaya, vaya. Fluviales, eso sí, pero playas. Además, se ha extendido a parques en ciudades como León y Salamanca.
Una buena iniciativa que aplaudo (plas, plas, plas).

Leo en sus carteles anunciadores que habrá premios. Libros, pienso yo, incauto de mí. Porque el regalo más lógico de una campaña de fomento de la lectura sería un libro, ¿no?
No sé, en el super, cuando quieren fomentar el queso de tetilla te dan a probar queso de tetilla, no te enseñan una foto de ese exquisito queso o de Pamela Anderson. O cuando quieren fomentar un nuevo producto te lo dan a probar, vamos, digo yo.

Lo que pasa es que en El Buen Pozo Sediento, el tabernero anda algo torpe y no entiende de márquetin. Es mejor regalar 5.000 bolsas para guardar documentos, 5.000 para libros, 5.000 marcapáginas, 5.000 aviones y 10.000 juegos de habilidad.

Libros no. No sea que se los lean.

La inteligente campaña plantea que quien lleve su libro a la playa tenga premio. No sé. Se me ocurre que si se quiere fomentar la lectura se debería incidir en los que NO llevan el libro a la playa. Que los que lo llevan seguro que lo hacen con intención de leerlo.
¿Qué será lo próximo? ¿Una campaña de peinados de moda para calvos? ¿Técnicas para dejar de fumar para no-fumadores?

De todos modos... ¿quién coño puede leer en la playa? Tienes a la rubia de tres toallas más allá en tanga y topless, acompañada por su amiga morena dos tallas más grande que de repente deciden ponerse a jugar a las palas enfrente de ti. Además, tu enano insiste en gatear fuera de la sombra de la sombrilla, en coger los juguetes del niño de al lado, en recolectar todas las colillas/algas, palos/plásticos y demás porquerías que encuentra a su paso, con inteción de catarlo de inmediato. Si es que así no hay quien lea.

Y por cierto, los que dejan las colillitas en la arenita de la playita, se las podían meter por el abujerito del culo. Encendidas.

Campañas pro-lectura sí, oiga, pero lógicas y consecuentes. De todos modos, si vale para algo, pues felicidades por acordarse al menos de hacer una campaña fomentando la lectura.


Uy que bonito, qué es esto... un marcapáginas, pues voy a comprarme un libro para poder usarlo...


2 comentarios:

Claudio Cerdán dijo...

Debería regalar ceniceros que pusieran "úsame, tí@ guarr@". En varios idiomas. A ver si es que realmente no saben leer.

Esteban González García dijo...

En Bcn vi en el telediario que este verano estaban repartiendo ceniceros de usar y tirar. Una gran iniciativa.