Páginas

viernes, 4 de diciembre de 2009

Con vida propia

No suelo hablar mucho de cómo escribo. Más que nada porque considero que aún estoy aprendiendo (y lo que me queda) y prefiero leer sobre cómo escribir, que escribir sobre cómo hacerlo. Pero hay patrones que se repiten en el proceso que sigo y es curioso.

Ya he aprendido que una obra larga (novela) no puede escribirse (yo no, al menos) sin un guión, sin un mapa, sin un esquema previo que marque las etapas y los diversos puntos. Sin ese esquema, me ocurre que empiezo a escribir y me lio me lio me lio para no llegar a ninguna parte generalmente. Y las novelas tienen que acabar en algún momento, o al menos saber adónde van.

Pero muchas veces ocurren cosas.

En la novela que estoy trabajando voy avanzando según el esquema mencionado anteriormente. Un esquema que tengo preparado, pensado y dividido en capítulos, partes, etc. No va todo lo deprisa que quisiera, pero no tengo más tiempo, así que me conformo.

Acabada una primera parte, unos 80 folios, lo imprimí y lo leí para saber cómo iba, qué impresión me causaba. Al leerlo he detectado ciertas cosas que quiero corregir y alguna cosilla que cambiar, hasta ahí normal. Además detecté que los hilos argumentales eran un poco escasos, nada importante si son lo suficientemente fuertes como para aguantar el peso, pero creí necesario añadir algo más, un nuevo hilo.

Así que me puse manos a la obra y creé un nuevo personaje, una nueva historia que se entrelazara con los demás hilos. Me gusta el resultado, el personaje y la nueva trama que añade a la historia, que además entronca con la continuación de la novela (hombre, claro, ya tengo en mente la continuación y la continuación de esta). Pero en la segunda parte de la novela, este hilo se separa momentáneamente de los demás y me obliga a crear una trama aparte, completamente nueva y separada de las demás. Esto trastoca el guión, que aunque es flexible como un chicle y se adapta a todo, no veo la manera de colocar esta nueva historia dentro de los capítulos.

Al final encajará, claro. O eso espero. Pero como siga escribiendo a este ritmo, se me subleban los personajes y cambian la historia por su cuenta.

¿No os ha pasado nunca que tenéis pensada una trama y los propios personajes la cambian?

Si es que tienen vida propia, y lo que no está ya escrito lo pueden cambiar con una facilidad pasmosa.

5 comentarios:

Martikka dijo...

Preguntas que si tienen vida propia... Cuando a sugerencia de un editor traté de organizar una novela siguiendo puntos de acción (a la manera del guión de cine), tener una sinopsis previa, un final predeterminado, etc, además de serme casi imposible me causó un bloqueo creativo que duró mucho tiempo. Una cosa es tener claras unas directrices, organzar un poco tus capítulos, pero lo cierto es que los esquemas coartan la historia, coartan la propia creatividad. King habla de ello en Mientras escribo. Él no sigue esquemas previos como otros muchos.
Lo cierto es que a mi me gusta que los personajes me sorprendan, que la historia me lleve en parte hacia donde ella quiere ir. ¿Acaso no tiene la escritura algo de mediumnidad? ¿Acaso no hay una especie de mano que guía la nuestra? Si te resistes, aparecen los problemas; si la dejas actuar, la escritura fluye.

Claudio Cerdán dijo...

Partiendo de la novela negra, es complicado dejar cabos sueltos a la improvisación si quieres que todo cuadre al final.

Lo que sí sucede es que los cabrones de los personajes realizan pequeños actos con los que no contaba. Sobre todo, me sucede en los diálogos. También es divertido añadir, es decir, que se salgan del camino marcado para regresar a él de nuevo.

Deja que la historia respire, que tus personajes se muevan, pero vigila siempre que la brújula indique el norte.

Ramón Ramos dijo...

A mí también me ocurre eso a menudo. Hasta el punto de obligarme a definir de nuevo el "mapa" y rescribir la novela. Con todo el engorro que supone, para mí es la parte más magica del acto de escribir.
Se dice que hay escritores de "mapa" (que saben adonde van a llegar) y de "brújula" (que van en una dirección sin saber dónde acabarán). En mi opinión hay que tener un equilibrio de las dos.
Ramón Ramos

Esteban González García dijo...

Ah, la brújula...
Yo soy escritor de brújula, por eso me pasan estas cosas.
Pero utilizo el mapa para llegar alguna vez al final. Si no, no llegaría nunca...

Igor dijo...

Me he visto reflejado en tu post. Yo creo que esas cosas nos ocurren a todos los que escribimos.
Al leer Con Vida Propia, me ha venido a la cabeza D. W. Griffith, el inventor del cine moderno.
Él creó los montajes en paralelo. Yo me plantería eso, un montaje en paralelo, dejar correr a sus anchas ese personaje que tanto te ha gustado y luego engancharlo con el hilo principal. Así le darás más libertad a tu criatura.

No sé si sirve de algo, pero....