De todos es conocido que la primera frase de una novela debe ser un sólido escalón en el que comience la escalera que debe subir el lector. De esta primera frase, del primer párrafo, de la primera página dependerá que nos enganchemos sin remisión y no podamos dejar de leer por más que el sueño cierre nuestros párpados. A veces esto no ocurre y el transcurso de la narración sí nos engancha y seguimos adelante. O a veces todo promete mucho en la primera página y nos atascamos sin conseguir superar la página cuarenta...
Sin embargo, el final, la última frase es diferente. Nunca se resuelve una novela en la última palabra. Pero esa última oración que leemos es la que perdura en nuestra mente, la más fresca. Esa frase puede excitar nuestras conexiones neuronales y hacer crecer en nuestro interior recuerdos, pensamientos, sensaciones...
Hay finales curiosos, hay finales bucólicos...
"La muerte le llegó sencillamente, como llega la noche cuando se marcha el día", (Los Miserables).
"Adiós risas y adiós agravios. No os veré más ni me veréis vosotros. Y adiós ardor, adiós recuerdos", (Mañana en la batalla piensa en mi, Javier Marías).
"El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: Mierda", (El coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez).
2 comentarios:
He leído el artículo y he de decir que a mi me gustan las frases finales que perduren en mi mente, que me dejen el gusto de no poder despegar mi mente en un tiempo de esa historia.
¡Saludos!
Hay finales muy sorprendentes, como el de un libro que acabo de terminar, El silencio perturbado, que no puedo reproducirlo pues desvelaría ese final, pero que es inesperadamente sorprendente.
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